"Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban
todos reunidos en un mismo lugar.
De pronto vino del cielo un ruido, como el de una violenta ráfaga de viento, que llenó toda la casa donde estaban.
Se les aparecieron unas lenguas como de fuego, las que, separándose, se fueron posando sobre cada uno de ellos; y quedaron llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar idiomas distintos, en los cuales el Espíritu les concedía expresarse"
(Hch 2, 1-4).
De pronto vino del cielo un ruido, como el de una violenta ráfaga de viento, que llenó toda la casa donde estaban.
Se les aparecieron unas lenguas como de fuego, las que, separándose, se fueron posando sobre cada uno de ellos; y quedaron llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar idiomas distintos, en los cuales el Espíritu les concedía expresarse"
(Hch 2, 1-4).
Los cincuenta días pascuales y las fiestas de la Ascensión y
Pentecostés, forman una unidad. No son fiestas aisladas de acontecimientos
ocurridos en el tiempo, son parte de un solo y único misterio.
Pentecostés es fiesta pascual y fiesta del Espíritu Santo. La
Iglesia sabe que nace en la Resurrección de Cristo, pero se confirma con la
venida del Espíritu Santo. Es hasta entonces, que los Apóstoles acaban de
comprender para qué fueron convocados por Jesús; para qué fueron preparados
durante esos tres años de convivencia íntima con Él.
La Fiesta de Pentecostés es como el "aniversario"
de la Iglesia. El Espíritu Santo desciende sobre aquella comunidad naciente y
temerosa, infundiendo sobre ella sus siete dones, dándoles el valor necesario
para anunciar la Buena Nueva de Jesús; para preservarlos en la verdad, como
Jesús lo había prometido (Jn 14.15); para disponerlos a ser sus testigos; para
ir, bautizar y enseñar a todas las naciones.
Es el mismo Espíritu Santo que, desde hace dos mil años hasta
ahora, sigue descendiendo sobre quienes creemos que Cristo vino, murió y
resucitó por nosotros; sobre quienes sabemos que somos parte y continuación de
aquella pequeña comunidad ahora extendida por tantos lugares; sobre quienes
sabemos que somos responsables de seguir extendiendo su Reino de Amor,
Justicia, Verdad y Paz entre los hombres.
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