martes, 10 de abril de 2012

MARÍA DE MAGDALA: DISCÍPULA Y MISIONERA

(Por: Matías Siebenaller)   Es un gozo personal, rehacer con ustedes, en este tiempo pascual, la meditación
del encuentro de María Magdalena con el Resucitado: Jn 20, 11-18. El relato recibe su inspiración y hasta ciertas formulaciones del poema bíblico sobre el amor: El Cantar de los
Cantares.


1. Estaba María junto al sepulcro fuera llorando.
Jesús había ayudado a María a salir de una situación
de oscuridad, de enredo y desesperación. Jesús se había fijado en ella y, lejos de despreciarla, le había dado aliento y fuerza para regresar a su ser. Ella no era nadie y Jesús la llamó a ser integrante del grupo de hombres y mujeres que seguían a Jesús (cf. Lc 8, 1-3). En la comunidad de Jesús María había encontrado el tesoro, la perla fina del reino.

DOMINGO DE RESURRECCIÓN


El ev. Jn 20,1-8 nos habla del triunfo de Jesús sobre la muerte. “El primer día de la semana, muy temprano, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena va al sepulcro y observa que la piedra está retirada del sepulcro” (v. 1).
Las mujeres son las primeras testigos que Jesús ya no está más entre los muertos. Él vive. Se lo comunican a Pedro y al otro discípulo. Corren al sepulcro y experimentan que ya no está allí. Van comprendiendo que Él ha vuelto la vida. Sienten que está vivo. Y esta es la experiencia que comunican a los demás. Este Jesús rechazado y muerto por las autoridades judías y romanas, ha vencido al poder del mal y de todo lo que causa muerte y dolor. Él es “el Camino, la Verdad y la Vida que nos conduce al Padre”(Jn 14,8).

SEMANA SANTA, TIEMPO DE REFLEXIÓN

Jesús resucitaLUNES SANTO (2 de abril)

¿Qué hizo hoy Jesús? Jesús ha dormido en el pueblo de Betania, en la casa de Lázaro, Marta y María, sus mejores amigos. A media mañana sube andando a Jerusalén, que está a unos cuatro kilómetros. En el camino, como es la hora de comer tiene hambre. Se acerca a una frondosa higuera, llena de hojas, pero en la que no hay higos, entonces la secó por no tener frutos. Al llegar a Jerusalén, va al templo y lo encuentra lleno de comerciantes haciendo negocios y los echa a latigazos, pidiéndonos que tratemos con respeto a Dios y a las cosas de Dios. Por la tarde pasa por el monte de los olivos, donde estuvo haciendo un rato de oración, y vuelve a pie a Betania.